Taxidermia
No podías quedarte tranquilo. Hasta mucho te aguanté. Tus desplantes, tus locuras, tus mentiras, tus chismes. Porque yo lo sabía todo, ni creas que no. Yo sabía que te ibas a hablar con los vecinos, a decirles cuanta cosa. Que me drogo, que bebo a diario, que cojo con los chavos que traemos al café. Puras mentiras. Ni siquiera fumo ya, desde hace años, y las pastillas para dormir las tomo por tu culpa. Aparte, ni sé cuándo te volviste tan puritano. ¿Quién te hubiera visto cuando empezamos a andar? ¿Cuando te ayudé a dejar la cocaína?
Ah, no, pero ahora, ¡don Perfecto!, ¡don Puro-y-Santo! Al menos de la puerta para afuera, porque aunque a todos les decías que yo te maltrataba y te hacía menos, aquí siempre me tuviste sometida. Y yo, aguantando. Aguantándolo todo, porque estaba enamorada. Pero tú solito fuiste desgastándome, minando el amor, quitándome la venda de los ojos…
Lo que no me explico es cómo y por qué cambiaste tanto… ¿No era esto lo que tú también querías? ¿No hablamos tantas veces de lo mismo? Lo teníamos ya; estábamos por fin viviendo nuestro sueño (o este sueño que alguna vez fue nuestro). El café-galería es un éxito; les sirve a los artistas jóvenes, que vienen de todo el país a conocerlo, a trabajar, a vivir. ¿Cómo lograste cerrar el espíritu conviviendo con tantas personas libres y talentosas?
Supe que incluso buscaste que el municipio clausurara el café. Que mandabas quejas anónimas porque está junto a mi pensión de animalitos, que por higiene y no sé qué más, cuando sabes lo cuidadosa que fui en el diseño para que los espacios estuvieran completamente separados.
Al principio no sabía por qué lo habías hecho. Luego lo entendí: Querías ocupar el espacio para vivir… Y, venga, lo concedo, nuestro departamento no es el más grande ni el más lujoso, pero a pesar de su modestia, es un buen lugar para vivir, y tendríamos que haberlo convertido en nuestro hogar.
Pero hasta eso te lo perdoné. Me compadecí de ti. Se me ocurre que fue tu desengaño como artista lo que te hizo tan miserable, tan egoísta. Ver cómo tantos de esos jóvenes talentos que apoyamos te sobrepasaron en técnica y calidad tan rápidamente, ver cómo les iba tan bien en sus carreras como artistas… Pero, ¿no te lo dije acaso? Hace mucho que tus piezas, aunque de magnífica factura, son tenebrosas, de espanto. ¿Qué galería va a querer esos entes salidos de pesadillas?
Tiene años que únicamente yo he visto tu trabajo, me has obligado a hacerlo, a ser tu ayudante. El taller clandestino está vedado a los demás. ¿Y cómo no iba a ser así, si es claramente el trabajo de un loco? Cualquiera que hubiese visto lo que hacías, se hubiera dado cuenta de que tu aparente equilibrio y bienestar son sólo fachadas, que usas una máscara perpetua, cuando por dentro estás podrido.
Debo decir que comencé a preocuparme la primera vez que envenenaste a las palomas. Más aún cuando vi lo que hacías con ellas. La taxidermia no es un arte. Y menos esas combinaciones tuyas, extrañas y horrorosas: cuerpos de lagartijas con cabezas de ratón, cuerpos de rata con alas y cabeza de paloma…
Pero lo dejé pasar. Lo dejé pasar todo. Pensé que más valía dejarte ese pequeño reducto de locura para ti solo, que mientras no dañaras a nadie, mientras hicieras tus cosas con las plagas que cazaras, no sería problema…
Pero no pudiste detenerte allí. Tenías que lastimarme, joder lo que hago. Lo que hiciste fue mucho más allá de lo que podía soportar. No sé qué pensaste que sucedería al usar a los animales de mi pensión para tus creaciones tétricas. ¿Qué me pondría a llorar? ¿Que te declararía mi odio? ¿Que te correría de la casa?
¿O es que sencillamente no lo pensaste? ¿No previste lo que me va a pasar? Pronto va a venir la gente que confió en mí para cuidar a esos animalitos, y yo, ¿con qué cara voy a verlos? ¿Cómo les voy a explicar que mi marido los convirtió en piezas de su particular museo de lo macabro?
Pero ese fue tu último insulto.
El Rohypnol pulverizado en el vino prácticamente no se siente. Aún respiras, pero no será por mucho tiempo. Me ocupé en poner sal en cada reducto, y tengo limpio y preparado el escalpelo. No te preocupes. No se verá ni una costura. Lo he aprendido todo muy bien. Tu piel quedará bellamente curtida, y se quedará por siempre en esta habitación oculta, como reinando sobre tu obra. Como diosa oscura de esta sala del terror.
Francisco Morales Hoil
El desconocido de mi vida
Lamento decirlo pero eres “el desconocido de mi vida”, no quiero hacerte sentir mal, no pretendo herirte con mis palabras, seamos conscientes de lo que voy a decir: me atemorizas, no es un temor como para salir huyendo de ti, es algo mas como pensar en que sabes mi siguiente movimiento, antes de que lo haga. Has aprendido mis mentiras y mis excusas, los pretextos no se digan, me conoces a la perfección, pero yo no conozco mucho de ti. Se tu nombre, se tu edad, conozco tu fuerza (me has dicho que soy yo), pero sigo sin saber nada de ti. Te has mantenido en el anonimato desde siempre y yo por mas que trate de ocultarte mi verdadera personalidad no puedo, conoces mis debilidades y el momento en que cambian, al grado de desaparecer o de intensificarse, pero no haces ni el mas mínimo intento de herirme con ellas o hacerme un daño, me ayudas a superarlas. Conoces mis victorias y fracasos, siempre has estado presente en ellos y de ambos te he llegado a sentir culpable, pero me has aclarado que me pertenecen, que son solo míos. Aún sigo diciendo que no te conozco, a pesar que has estado en mi vida siempre, te visto correr al trabajo y dejarme sentado en el desayuno, otras veces te esperaba en la cena y, casi siempre, llegabas mas tarde, por lo general ya cuando estaba dormido, algunas veces sentí como me arropabas pero no hacia ningún reflejo, me quedaba callado esperando que apagaras la luz. Los días de descanso nos tumbábamos en el sofá o en la cama a ver el televisor, desaprovechábamos tiempo para conocernos y admítelo, algunas veces evadías mi interés por ti. No eres malvado, no lo pienso así aun con los regaños que me acomodaste cuando más pequeño, me sirvieron para reflexionar. Aun así no te conozco, ¿quieres saber por qué? Por el simple hecho que no se mucho de tu vida, tu juventud, tus épocas de estudiante, tu vida amorosa, tus empleos transcurridos, tus metas sin cumplir o tus intereses ahora, no te conozco como tú a mí y de eso si soy culpable, somos culpables, hay cosas que no has querido contar por pensar que no las entendería y quizá no lo haría (siendo mas pequeño), pero ahora que soy mayor y creo poder entenderte, hablemos de ti, de mí, de lo que fuimos, de lo que somos y lo que queremos ser, aún nos queda tiempo. Porque eres mi padre, mi compañero y no es justo que seas “el desconocido de mi vida”. Seamos hombre y aceptemos nuestros errores, seamos inmortales juntos. Ya no quiero que solo tú me conozcas, también te quiero conocer, yo soy tú y tú eres yo y yo quiero saber cómo seré, pues tú estás viendo como fuiste. Conocerte será conocerme y si no te conozco, después yo seré “el desconocido” en la vida de alguien más.
Mario César Cerón