Artificio o la Palabra
El pincel dibuja una palabra. Aguatinta que al secarse desaparece e imprime una idea sobre la roca.
Palabra es abrir espacios en el aire y dejar correr el agua en un estanque. Es libertad entre las ramas de un árbol y fuego en un abrazo.
Artificio es espantar dragones y desenvainar palabras entre la fuerza del poema. Artificio es rascarse unos versos con las uñas.
Palabra es silencio estridente, es mudez escrita y entrega hasta el vacío. Palabra es todo sagrada.
Artificio es malabar y equilibrio natural. Es una imagen y un instante capturados al servicio de un espacio en blanco.
Poesía es palabra y artificio, vorágine que arrastra calma y me lleva al sitio en donde soy poeta porque respiro.
Eduardo Ávalos Vélez
14 de enero
Querida Mani:
Tres semanas desde que llegó tu última carta, y ya me estoy preocupando. Supongo que me da miedo que se te hayan quitado las ganas de escribirme por haberte contado lo de mi papá. Pero ya sabías que yo no soy ningún ángel. Y de todos modos, no creo que seas la clase de persona que se eche para atrás tan fácilmente.
También me preocupan otras cosas. Sigo tenien¬do esos sueños horribles, llenos de personas que se atacan entre sí. Me despierto sudando y jadeando, y me da miedo volverme a dormir, así que no duermo mucho.
Lo que quiero decir es que estos sueños hacen que me preocupe por ti, con eso de que tu hermano cada vez se pone peor.
Bueno, probablemente no sea nada; tal vez te dio gripa o te fuiste de vacaciones. Y seguramente ma¬ñana llegará una carta.
Hoy vino un grupo de teatro y presentaron una obra llamada El diario de Ana Frank. Fue buena. Voy a leer el libro.
Bueno, espero recibir noticias tuyas pronto, espe¬ro que sea mañana.
Con mucho cariño,
Tracey
Fragmento, Cartas desde el Interior. Por: John Marsden
El dolor de separarnos
Después de diez años de estar siempre unidos, de una vida de amor y complicidad, siento que ya no es posible que sigamos juntos. No soporto ni un día más la mirada de aquellas personas que al - verme contigo me admiraban o envidiaban; porque tú eras solamente mío. ¿Y sabes? Me duele tener que dejarte.
Recuerdo el día en que te vi por primera vez, tan señorial y atractivo. Me enamoré al instante de tu cuerpo perfecto, ideal para mis pretensiones y necesidades, de tu piel sedosa y apiñonada donde no traslucía ni el más mínimo poro.
En ese momento supe que tú serías mi compañero.
Nos fuimos de aquel lugar y ya nunca nos separamos. Poco tiempo después me di cuenta que cuando salíamos a pasear la gente te contemplaba; tu belleza y elegancia no pasaban desapercibidas. Todo en ti era perfecto.
Al llegar a casa, cuando todo era silencio, deslizaba mis manos por cada rincón de tu piel, entregándote hasta el último de mis pensamientos, depositando en ti el llanto, el amor reservado por décadas, mis desconsuelos y alegrías, mi dolor y mis sueños: te desnudé mi alma.
Cuántas cosas te platicaba y tú, como siempre, callado. En varias ocasiones tuviste que soportar mi mal humor y algunas veces hasta mis golpes, esos golpes que me dolían no sabes cuánto.
Y hasta ahora entiendo que no es posible que sigamos juntos, aunque te siga amando y esto sea lo más doloroso. Siento mucho coraje; y decirte estas cosas me hace llorar. Y tú como si nada, inmóvil, como si mi sufrimiento te importara una pitahaya.
Diez años... y parece que en tu piel todo se hubiera borrado, incluso aquellos días en el parque, cuando admirábamos la hermosura de las cosas más simples, o cuando caminábamos despacio, abrazados, por las calles oscuras. Y todo eso te vale...
¿No te das cuenta de que me partes et alma?
Hoy vamos a separarnos por primera y última vez, para siempre. Quién lo creyera: tú, mi fiel amigo, mi tesoro, te me vas de las manos; si hubo veces en las que hasta vergüenza sentí de esta relación, temía que me tacharan de loca por andar contigo por todas partes, por acariciarte... Entonces me atrevía a dejarte en el auto o en la casa, pero al regresar te platicaba cada uno de mis pasos. Y mira pues, de nuevo estoy llorando.
Recuerdo aquellas noches de insomnio en las que solidario me acompañabas, mientras te confesaba mis más íntimos secretos. Pero ya no hay remedio, en la vida todo se acaba. Total, tú ya no quieres guardar los secretos de mi alma, todo lo vomitas y tu piel ya no tiene el brillo de antes ni aquella suavidad que tanto placer me daba. Ya no soportas que te regañe.
Se que al separarnos voy a sufrir mucho, que otras manos tomarán tu cuerpo y habrán de llenarte en todo, pero escucha bien: nadie, nadie te entregará el alma ni te dará tanto cariño, ni te querrá como e querido, ni te amará como te estoy amando, porque al dejarte se me está rompiendo el alma y mi corazón llora como se llora a quien tanto se ama.
Pero ya basta. Este día, a esta hora, en este minuto, en este segundo, he decidido, mi querido, mi amado, mi idolatrado portafolio, ¡que te voy a mandar al diablo!
Irma Arana Rodríguez
La espátula
Quiero una espátula
para tallar todas las paredes
llenas de recuerdos y lágrimas
encerradas en humedad y rastros de colores
que han formado mi casa, mi hogar....
Salitre de escarmientos humanos
en mi propia pared
mi propia burbuja
mi estado mental
y mi situación anormal.
Una casa sin estilo o derrumbe total,
marcan este espacio inusual
que necesita una espátula para borrar
aquellas cicatrices y perforaciones
que se han cubierto de colores y cimientos
que se manejan de cuadros y se encierran
en uno solo para sofocarme a gritos
y no tener ninguna puerta o ventana
donde asomarme a pedir ayuda...
Y si hay una puerta pues no la veo
porque esta oscuro el cuarto
donde quiero utilizar la espátula
para ver qué otros colores he tenido
y saber si a partir de ahi
hago un pozo y poder salir.
¿Tu que crees? ¿Saldré o no?
Yesenia Estrada
Realidad
Porque los arboles también duermen,
solo por un tiempo… pero duermen.
Se supone que así no sería la verdad,
pero el alma llega a desvanecerse.
¿Y quién dijo que el amor es eterno?
Pero los arboles también duermen,
aunque sea solo un rato, pero lo hacen.
Si se pudiera ver más allá de lo que parece,
y si tan solo aprendiéramos a mirar detenidamente,
no juzgaríamos tempranamente;
y solo así sabríamos que de verdad los arboles también duermen.
R.M.P.
Tiempo
No puedo escapar, miles de luces brillan en esta frágil oscuridad....
Tu maldita obsesión por maullidos distantes me impide poder pensar en ese deseo dorado, no puedo nadar en esta mente inundada de mentiras esperando una convulsión creada por destellos invisibles.
La soledad.... me ayudara, podré negar su existencia, podré gritar en la multitud pero no puedo respirar, no puedo sentir mas los favores divinos, aun intento escapar antes de terminar existiendo.
El mundo es el que en realidad no existe...
Continuo pensando en sabios pasajeros mientras sus voces siguen destruyendo mis manos.
Y si.... tienes razón ¡aun sigo sin poder respirar!
¿Como puedo graficar tus labios si no termino de imaginar tu cabello?
Ciudades eternas se abren ante mi y ¿con que fin?
Todos están lejos, ya nada se rompe aquí, árboles blancos ruedan alrededor de las pequeñas paredes que esperan ansiosas a ser destruidas y salir para siempre de aquí.....
El universo es demasiado pequeño, espero la transición del recuerdo para poder por fin volar y fundirme con el piso de mi habitación cuando el polvo inseguro que rodea tu frente me enseñe el camino.....
Transmisiones interrumpidas por estatuas vacías, construidas por ideas difusas que algún día el tiempo transformara en electricidad pura....
En múltiples colores que a los mamíferos les gustaría poder consumir.
Jorge A. O. Martínez
Historias de Ángeles
Transmigración
Ellos, los Ángeles están preparados para lanzarse al vacío, despliegan sus alas como la más bella curvatura y la concavidad de su don divino.
Levantan sus túnicas con dignidad, observan el vacío y predicen silenciosos los misterios.
Seres alados, a la hora del ángelus, derriban la penumbra con su energía sagrada.
Las vibraciones de las campanadas se elevan en la soledad, el crepúsculo me guía, quedan las últimas imágenes; la transfiguración comienza, ellos despegan de la fuente.
Y sorprenden con su fuerza, el vuelo majestuoso, alcanzando mis pasos, al comienzo de la noche.
Graciela Marta Alfonso
Cuentos de Espejos
ALBA
Alba iba lentamente, por el camino de los espejos, su paso detenido frecuentaba la luz adormecida del marco polvoriento.
El mito de quebrar las horas con su mano angulosa y pálida, volvía a tomar sitio en su fobia espiritual de soñar con el terror anónimo que encierran las prisiones del misterio.
Otra vez formaba parte de las agujas implacables, que giraban frenéticas, con olvidos y sin recuerdos.
Le costaba comprender el lenguaje del tiempo, la parquedad de las horas, la exactitud desafiante de los números que avanzaban como soldados, agigantándose en perfecto circulo, hasta rodearla y lanzar irónicos su sabio confín descontrolado.
Le provocaba miedo y locura andar por los senderos de sus interrogantes, pero no podía escapar a esa sensación de desdoblarse al otro lado de los espejos, permitiéndole a la imagen salir unos instantes para ocupar su lugar y así ahondarse temerosa tras el cristal.
Era también, el suicidio descarnado de enfrentarse con su espíritu, el reflejo era un ente, antes pudo haber sido un fugaz simbolismo, pero la asociación de hechos se corporizaba, convirtiéndose en juez de su yo.
Qué terrible le resultaba observar esa imagen tan querida y conocida, serpenteando en el vacío, las manos agazapadas, dibujando una sonrisa con la misma facilidad que un gesto cruel, los labios moviéndose obtusos, gritando improperios o diciendo palabras de amor, y la mirada extraviada, oscura y luminosa como una dualidad tan antagónica y contradictoria, casi imposible de imaginar.
No soportó más esa película, representando el secreto de su espíritu, había aceptado el desdoblamiento, pero estaba ahora aterrorizada de si misma.
Tan angustiante le resultó verse, que encolerizada decidió poner fin a ese juego despiadado, comenzó a llamar a su irascible yo, pero no le respondía, era la primera vez que se negaba a regresar, desesperada golpeó el cristal y advirtió que su yo, por ser muy vulnerable terminó por quebrarse.
Fue demasiado tarde para volver, en su arrebato había roto el espejo y su espíritu atrapado, agonizaba entre los bordes fragmentados, ahora la imagen, casi destruida gemía ante su vida aniquilada, solo es que nunca podrá reflejarse y su destino será deambular autodestructivamente como un absoluto y simulado engaño.
Graciela Marta Alfonso
Los ultimos dias de Adan
Si tal vez hubiera otro de mi especie u otra criatura que balanceándose sobre sus cuatro patas pudiera entenderme y contestarme, en ese caso todo no sería así; si hubo otros, tal vez millares habitando cuevas de adobe, piedra y otros materiales que erigían juntas, las llamaban ciudad, acaso se habrán ido por alguna bestia acosadora o, la maldita enfermedad, que naciendo de sus descuidos decidió de pronto cobrar sus vidas. Solía pensar que algún otro teniendo mi suerte hubiese sobrevivido a tal castigo pero he vagado entre ruinas y desechos desde que dejé de caminar como las bestias, siempre buscando pero la fortuna rehuía a mi causa, esta que marchitó mis pies; ya han perdido la cuenta de todas las ciudades por las que pasaron, llenos de polvo y piedras esperando descansar ¿Se me podría culpar? todo parece tan igual que solo las bestias que no cacé sabrán con certeza al verme y huirán, porque ya he pasado por ahí, entre viajes perdí la gracilidad y fuerza de mi juventud. Voy más despacio marchando y pensando en ellos que previniendo este otoño, compadecidos derrocharon los alimentos y ropajes en las calles y basureros para no condenar a la inanición a mi cuerpo, aún las criaturas fieras no dejan sin comer a los suyos, ellos, no fueron seres malvados y el castigo que condenó su estirpe habrá sido la peor de las injusticias, lo creo al verme, no sobresale algún sentimiento de destrucción ni anhelos por aquello que no necesito, yo soy como fueron y ellos como soy, -si es así ¿Por qué veo entre sus despojos cosas que no comprendo? menesteres que no sirven para respirar, comer, dormir o defecar ¿Qué sentido tenía poseerlas?-.
Casi no encuentro comida, avanzo lento apoyándome, veo todo; cuan diferente se vería si ellos volvieran a habitar las cuevas que abandonaron, tal vez ya muy alejados la distancia les hizo olvidarlas y en nuevas tierras ya habrán levantado otras, entro en sus cuevas durante la búsqueda, presintiendo sombras, pero ya también las sombras de sus huellas se han borrado; sólo queda él, igual que cuando le encontré, es como yo, fue uno de ellos pero también lo olvidaron, me arrodillo para levantarlo mientras de mis ojos caen lágrimas sanadoras de este suelo infértil, toqué cada parte de su rostro esas arrugas tan marcadas y negras, esos ojos que miraban lugares apartados; buscándolos, esos dientes llenos de carne podrida y huesos salientes de una boca medio abierta, el poco cabello que le quedaba lleno de suciedad, enmarañado y grisáceo. Le observe tal vez durante horas o días, lo toqué, olí y probé; él y yo éramos solo parte de los despojos olvidados por una existencia perdida o muerta, me levante llevándolo conmigo y salí de esa ciudad sabiendo que las ciudades, los caminos y nosotros éramos solo un rastro de lo que fueron ellos; a los que la vida olvidó y a nosotros que caminamos más lento nos olvido la muerte.
Fs. Alexander
Cromo
Me miraba con gracia, alegría y una dulzura característica de los infantes de esa edad, era la única sonrisa (la única vida apreciable), dentro de los movimientos geométricos y adoctrinados de la multitud, cuerpos y colores se mezclaban en un collage amorfo iluminado por una gota de luz, la que producía su sonrisa; frente a mi resaltaba sin que nadie lo notara aparentemente, todos con la vista recta no aminoraban su paso a pesar del milagro, el silencio de las almas se lo quería comer. Mi boca taciturna intento sonreír pero mis labios acostumbrados a la inmovilidad temblaban tratando de obedecerme, fracase en el intento –suspire-, descontento y acongojado esperaba para volverlo a intentar. Tarde en percatarme que el contingente paro, todos me miraban de soslayo reprimiendo mi acción, (que tonto) habían descubierto que mi atención distaba del desfile y que en mi radicaba lo prohibido, lo cromático (huir), no, sería infructuoso, los vigilantes tajantes abrían ya las filas acercándose, me llevaran a las salas escondidas, feudos de la oscuridad de donde nunca saldré, solo él me miraba profundo y distraído, jugaba con el aire dando palmadas, creando ondas de luz, vida precaria pero deslumbrante, no dejaba de sonreír, mientras me arrestaban los brazos desnudos de la oscuridad envolviéndome con su poderosa piel, -me desmaye-. No quedaba nada para ellos pero en mi memoria brillaba imponente su sonrisa, esa sonrisa fue la primera vez que vi la luz.
Fs. Alexander